Si no tuviésemos la necesidad de escoger.... ¿podríamos experimentar todas las vidas resultado de la bifurcación creada tras cada elección que marcase nuestro destino?
Narra la historia de Nemo Nobody, un hombre de 35 años que lleva una vida ordinaria junto a su esposa y sus tres hijos, hasta que un buen día, por arte de magia, es transportado en el tiempo, apareciendo de repente en el año 2092. Allí no sólo se encuentra con que es el hombre más anciano de la Tierra (tiene 120 años), sino que además resulta ser el único mortal, viviendo rodeado de felices inmortales. Entonces intentará descubrir cuáles de sus recuerdos son reales y cuáles no, y si la vida que ha llevado en realidad es aquella que debería haber escogido.
Nemo, Mr. Nobody, es el último anciano de la Tierra. En un mundo donde ya se puede escoger ser inmortal, él resulta ser la gran atracción. Por tanto, conseguir una entrevista en la que explique su vida, tras 118 años, es toda una primicia... si el periodista es capaz de comprender cuál, de entre todas las que le explica, es la verdadera. Porque, tras la trascendental decisión de Nemo a los nueve años, de quedarse con su padre o irse a la gran ciudad con su madre, todo se confunde: ¿se casó con Anna? ¿con Élise? ¿con Jeanne? ¿Tuvo tres hijos? ¿Dos? ¿Ninguno? ¿Vivió feliz junto a la(s) mujer(es) de su vida, o amargado y solo tras la muerte de una de ellas? ¿Murió él mismo en un accidente de coche, de moto, o asesinado en una bañera,? En todo caso... ¿cómo pudo morir y estar explicándolo ahora? Y, lo mejor de todo... ¿cuál de todas estas historias es real? ¿O lo son todas? El Nemo anciano y el periodista que le acompaña en su lecho de muerte, ¿existen, o son producto de la imaginación de un niño? Todo esto, y más, es Las vidas posibles de Mr. Nobody.
El complejo guión de Jaco Van Dormael (no en vano tardó siete años en completarlo) plantea multitud de incógnitas que el ser humano se ha preguntado a lo largo de la existencia. Desde qué es el tiempo (tema que tratamos en nuestro pasado investigamos: real o irreal, lineal o paralelo. Cuarta dimensión creada desde la expansión del Universo con el "Big Bang" así que... ¿volveríamos a vivir - todas - nuestras vidas al revés cuando se dé la esperada compresión/implosión, el denominado "Big Crunch"?), hasta el por qué nos gusta una persona (encontrando la explicación en la Prehistoria), pasando por "El Efecto Mariposa" y las devastadoras consecuencias que puede tener que un brasileño en paro se ponga a cocer un huevo.
Pero, para no volver loco al espectador con tanta teoría intelectual, Las vidas posibles de Mr. Nobody es también una - o más bien varias - historia de amor. En algunos momentos, quizá por la forma de explicar su vida y por su grado de fantasía, nos recuerda a El Curioso Caso de Benjamin Button (David Fincher, 2008). Otras, a la desgraciadamente poco valorada (y muchísimo menos compleja) Dos vidas en un instante (Sliding Doors, Peter Howitt, 1998), para acabar relacionándola con la increíble vida relatada en Big Fish (Tim Burton, 2003). En definitiva, un guión inteligente, cuidado hasta el más mínimo detalle, que balancea drama, comedia y romanticismo, haciéndonos unas veces reír, otras reflexionar y, la gran mayoría, emocionarnos hasta límites insospechados. Un gran reto para el actor Jared Leto (conocido sobre todo por su excepcional trabajo en Requiem por un Sueño - Darren Aronofsky, 2000 - y su éxito con la banda 30 seconds to Mars), que interpreta a un total de doce personajes en este laberinto de vidas (incluido el abuelo) y que, sin lugar a dudas, sale victorioso de todos ellos. Eso sí, se aconseja, fehacientemente, repetir el visionado para unir todo el rompecabezas (aunque inicialmente pueda no parecerlo, sí se cierran todas las historias).
No obstante, el guión no es lo único cuidado en la película. De hecho, básicamente se ha cuidado todo, y con una singular perfección. Artísticamente, el director ha conseguido un film redondo en el que no es de recibo ninguna objeción: visualmente fascinante, con una luminosidad y colorido tan irreales como todas las historias que nos va relatar (la pre-vida de Nemo en el limbo ya nos indica que lo que venga después puede ser totalmente inesperado. Y entonces entramos en la escena de la selección de padres... simplemente: chapeau); con una banda sonora simple y efectiva, que se convierte también en personaje principal al acompañar las rompedoras imágenes, y que combina canciones - y versiones - tan conocidas como el Mr. Sandman escrita por Pat Ballard, el Prelude de J. S. Bach y Where is my mind? de Pixies, pasando por la inolvidable (literal, deben pasar días para que se vaya de la cabeza) banda sonora instrumental compuesta por el hermano del director, Pierre Van Dormael.
Por otro lado, en el aspecto técnico, el propio director explica que su visión a la hora de traducir en imágenes las distintas versiones de la vida de Nemo fue utilizar diferentes recursos para cada una de ellas. Así, por ejemplo, la historia de Nemo y Anna adultos repite puestas en escena que ya les hemos visto cuando eran adolescentes, ligando así fácilmente las dos tramas. La vida con Élise (una neurótica Sarah Polley que, junto a Leto, es la mejor interpretación del film) se caracteriza por la distancia que hay entre ellos y el color más apagado. Con Jeanne, nos damos cuenta de que es la relación que menos le ha importado, porque ella nunca es el centro, siempre en sus escenas lo destacable está fuera de campo. En resumen, es gracias a este recurso que, consciente o inconscientemente, logramos situarnos rápidamente en la vida que en ese momento se está relatando. Si a esto le añadimos el efecto que producen en el espectador los primerísimos planos y las abundantes escenas desenfocadas para destacar exclusivamente a un personaje y los sentimientos que en ese momento él está experimentando... estamos definitivamente ante una película que pronto, si no ya, se considerará de culto para los fans del género de ficción.
Fascinante. Turbadora. Encantadora. Circular. Ambiciosa. Absolutamente rompedora. Las vidas posibles de Mr. Nobody es un regalo para los sentidos. Eso sí, aviso a navegantes: el último film de Jaco Van Dormael va a levantar tantos elogios como ampollas. Sinceramente, y a nivel muy personal, es uno de los mejores films que he tenido la satisfacción de ver en muchos meses. Ya en el Festival de Sitges 2009 fue una de las grandes apuestas de EL ESPECTADOR IMAGINARIO junto a la ganadora Moon (Duncan Jones, 2009), y ahora reiteramos la recomendación. Pero si no gustan las películas con grandes giros narrativos, o que nos obligan a pensar continuamente sin bajar en ningún momento la guardia, mejor ni intentarlo, claro.
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